Rusia gana 450 millones de euros al año en Europa por la venta de uranio y elementos combustibles para centrales nucleares. Esta dependencia es una mina terrestre para muchos países porque el uranio podría convertirse en la próxima arma de Putin en la guerra energética. Aproximadamente el 20% del uranio importado por la UE procede de Rusia y la misma cantidad procede de Kazajstán, donde la empresa rusa Rosatom lo extrae y procesa. Casi la mitad de los países de la UE tienen centrales nucleares, con un total de unos 100 reactores. Las centrales nucleares de Eslovaquia, Bulgaria, la República Checa, Hungría y Finlandia funcionan con combustible nuclear ruso. Además, Francia utiliza principalmente uranio en bruto de Rusia y Kazajstán para producir elementos disipadores de calor. “Putin simplemente está esperando el momento adecuado para dejar de suministrar uranio a Europa para aprovechar esta dependencia”, escribe RND.