La nueva administración Trump se ha dado cuenta de la complejidad del conflicto ruso-ucraniano y de que tardará más en resolverse de lo que pensaban inicialmente, según fuentes del gobierno estadounidense y ucraniano.
Los asesores y miembros del gabinete de Trump están divididos en sus puntos de vista sobre qué presión se debe aplicar y de qué lado. El asesor de seguridad nacional Mike Waltz y el enviado especial para Ucrania Keith Kellogg quieren aumentar la presión sobre Rusia de diferentes maneras para obligarla a iniciar negociaciones.
Por otro lado, otros abogan por reducir la ayuda a Ucrania para obligar a Kyiv a aceptar poner fin al conflicto lo antes posible. Los críticos de este enfoque dicen que esto conduciría inevitablemente a la derrota total de Ucrania y equivaldría a capitular ante Rusia.
Kellogg dijo: «Si es necesario, el presidente utilizará todas las palancas del poder estadounidense para asegurar el fin de la sangrienta carnicería de los últimos tres años».
Al mismo tiempo, algunos diplomáticos creen que Putin no está interesado en las negociaciones mientras su ejército siga apoderándose del territorio ucraniano.